“O COMO EL ZORRO SE COMIÓ A LAS LIEBRES”
Llegó el día, uno de esos días
marcados en rojo en el calendario running de las liebres de la nieves. Este año
es diferente, la preparación ha sido un poco caótica, por no decir nula. Hemos
aparecido en la línea de salida sin saber muy bien como responderemos.
Bueno, pues ya es domingo, las
siete cuarenta y cinco minutos. Las liebres nos encontramos en nuestro muro. No
tengo ni ganas, ni sensaciones positivas para la carrera, llego sin descansar y
después de haber trasnochado.
Cogemos el tranvía que nos
acercará a la línea de salida, ya se empieza a intuir un ambiente runeril (como
dice mi amigo Alfonso). En el vagón hay una amalgama de corredores de todo tipo
de estilos, las chicas monas con modelito, el corredor maduro con su chándal de
los setenta, los solitarios que observan al resto y por supuesto las liebres de
las nieves hablando de dolores (cosa habitual en las conversaciones pre carrera).
Chino, Chano nos dirigimos hasta
el pabellón de Tenerías y ya se observa a los corredores calentando y se oye la música a todo volumen. Llegamos al
Pabellón y primera sorpresa, hay un cola bastante larga para dejar los enseres
sobrantes. Primeros nervios, pero rápidamente y sin entrar en los vestuarios
nos quitamos pantalón largo, cortavientos, me coloco el dorsal, me doy un poco
de silicona (quiero decir “vaselina”) y
con bastante celeridad dejamos las mochilas. Ya solo quedan veinte minutos para
la salida. Toca estirar y calentar un poco.
Nueve menos cinco, nos colocamos
en el cajón correspondiente, entre hora treinta y cinco y hora y cuarenta y
cinco. Va pasando el tiempo y se cumple el horario previsto. Se da la salida a
“Pacheco”, como siempre fiel a su cita. Cinco, cuatro, tres, dos, uno, el
segundo más largo de la historia, “pum” suena el pistoletazo de salida, y hala
allá vamos. Recorremos el Paseo Echegaray, entramos por San Juan de los Panetes
y cogemos ya manifestación. Primer kilómetro, con embotellamiento y todo lo
pasamos en menos de cinco minutos. Nos enganchamos a la liebre de una hora y
cuarenta, al lado nuestro un corredor afronta los veinte kilómetros descalzo, increíble Calles estrechas, los kilómetros pasan rápidamente. Me encuentro
bastante bien, el ritmo es fuerte, pero yo quiero seguir mi plan, “hasta que el
cuerpo aguante”. Jose Marí sigue a mi lado y Alfonso va unos metros más atrás.
Del “zorro” por el momento no hay noticias.
Llegamos al puente de la Ronda , kilómetro cinco y
primer avituallamiento. En este momento aparece el corredor que, según parece,
va a batir el récord de la prueba. Se tira a por el botellín como si su vida
fuera en ello y despotrica contra la organización, los voluntarios y todo lo
que se pone por delante. Bueno, corramos un tupido velo, no merece más
comentarios. Paso junto a José Marí por el km 5 en 23 minutos 26 segundos (4 min 40 sg/km), ritmo
fuerte, seguimos con la liebre de una hora cuarenta.
Subimos el puente del tercer cinturón, todo
según lo previsto. Ahora viene la zona más aburrida, el Paseo Longares. Al
entrar, nos encontramos con los que salen, eso desmotiva un poco, pero de
salida toca al revés, nos encontramos con los que vienen por detrás.
Nos acercamos ya al km 10 y
pasamos otro avituallamiento, cojo botellín de agua y me tomo el gel que
llevaba preparado. José Marí me comenta que se para a tomar el gel, yo esperaba
que volviera a enganchar pero ya no lo vería hasta la línea de meta. Sigo yo
solo y no veo el cartel del kilómetro diez. Pero al paso por el once, mi
cronómetro ha marcado 51 minutos 47 segundos (4 min 42 seg/km). Solo he perdido
dos segundos respecto al ritmo de los primeros kilómetros.
Paso por la Plaza del Pilar por primera
vez, hay bastante animación, varios colegios están animando en puntos
estratégicos y la verdad son de mucha ayuda cuando te encuentras con algún bajón. Calle Alfonso, otra vez Manifestación,
San Vicente de Paúl, entorno de La
Seo , es un recorrido bonito, con bastante animación que hace
que las piernas sigan respondiendo.
Volvemos a entrar en la zona de la ribera,
avenidas largas que se hacen pesadas. Aún me encuentro bien, pero el grupo de
la liebre de una hora cuarenta ha desaparecido de mi vista. Me acerco al kilómetro quince, y el cuerpo pide un poco
de pausa. Avituallamiento, cojo agua y la cuesta de puente del tercer cinturón,
se me atraganta, se convierte realmente en un muro, noto que no puedo, veo que
me pasan corredores como si estuviera parado.
Llego a punto
más alto del puente y una amable patinadora me da una ración de réflex en los
gemelos que han sufrido en esta última cuesta. Me pongo otra vez en marcha y
oigo por detrás: ¡Paco!, me giro y veo a Miguel Ángel “EL ZORRO”, viene como
una moto. Lo aguanto un poco e incluso al inicio de la bajada lo dejo dos
metros atrás. En ese momento noto un bajón, me quedo sin fuerzas, y eso que
estamos bajando. Veo que Miguel Ángel me pasa, se va, intento seguirlo pero es
imposible, “el zorro ha devorado a la
tercera liebre”. Aquí empezará mi calvario particular.
Vuelvo al la Ribera del Ebro, me vuelvo
a parar para recibir otra dosis de Reflex. Al poner la pierna para recibir el
spray, se me sube el gemelo izquierdo, me retuerzo de dolor. El patinador que
me atiende, me pregunta si estoy bien, y me da ánimos para seguir, pierdo unos segundos que parecen minutos. Vuelvo a
correr (¿?), llevo los gemelos como dos piedras. Se pone un corredor a mi lado,
y me comenta que quedan poco más de tres
kilómetros y que vamos muy bien (¿será él?), que esta ya todo hecho. Le
respondo que si llego al puente de Piedra, tendré que terminar. Sigo a mi
ritmo, pero veo que voy perdiendo tiempo, me pasan como si yo fuera a cámara
lenta. Pienso en positivo, esto ya esta hecho, solo queda la avenida hasta
el Puente. Pero cual es mi sorpresa cuando giramos hacia el Paseo Longares. Por
unos momentos todo se me viene abajo. Intento visualizar pensamientos positivos
y me reengancho a la carrera. Vuelvo a pasar a algunos corredores y esto me
anima. Lo paso mal en los cambios de dirección que hay al final de Paseo
Longares pero he recuperado sensaciones.
Paso el kilómetro diecinueve en 1 hora
32 minutos. Ya solo quedan dos. Vuelvo a la Ribera , misma sensación de la primera vuelta, veo
a los que entran y esto me anima. En este momento entro en otra pequeña crisis,
empiezo a pensar en la cuesta que hay que subir hasta al puente de Piedra y me
voy hundiendo poco a poco, se me hace muy largo. Llego a la cuesta y la subo
como puedo. Ya solo queda el repecho del puente de Piedra, lo paso dignamente.
Salgo del puente y entro en la zona de más animación, entro en la zona de Don
Jaime, giro a la altura de la
Lonja y aquí oigo: ¡Quico!, es mi hermano Manolo que me anima
desde las vallas. Los de alrededor aprietan el ritmo y a mi me toca hacer lo
mismo. Entro en meta mirando el reloj y veo que el tiempo oficial está por
encima de una hora cuarenta y dos minutos. He parado mi cronómetro y me marca 1
hora 41 minutos 53 segundos. La chica con la que he corrido los últimos metros,
yace exhausta unos metros detrás de mí. Pienso que no ha estado tan mal, y que
he perdido una gran oportunidad de bajar de los cuarenta minutos.
En esos
momentos veo aparecer a Jose Marí y Alfonso, les he sacado unos pocos segundos.
Recogemos juntos el avituallamiento, nos reencontramos con sus familias y el
comentario unánime es “EL ZORRO SE COMIÓ A LAS LIEBRES”.
En definitiva,
otra carrera más que hemos disfrutado, que hemos sufrido también. Esto es lo
que nos gusta y esto es lo que hacemos. Ahora a por la próxima y a preparar la TMT de 25 Km .
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