A todos aquellos que nos ven empujando la pared:
Nuestra única intención es estirar cuadriceps y gemelos. En ningún caso queremos mover el edificio ni ganar espacio a la calle para poder aparcar en batería (aunque moverlo, lo hemos movido).


jueves, 3 de octubre de 2013

CRÓNICA AGÓNICA DE LA MARATÓN DE ZARAGOZA 2013


CAMINO DEL INFIERNO (una narración escalofriante de Paco)

                Domingo 8:30 horas, parque José Antonio Labordeta, suena el pistoletazo de salida de la VII MARATON DE ZARAGOZA. Por los altavoces suena “Autopista al infierno” de AC/DC, nunca me pude imaginar que sería un presagio de lo que posteriormente pasaría.

A la salida ¡Qué frescos que estábamos todavía!
                El recorrido es el mismo que todos los años, me coloco acompañado de las liebres en el final del pelotón, para así poco a poco ir avanzando hasta  el lugar que debemos ocupar. Pronto empezamos a pasar atletas, nos molesta correr rodeados de codos, y nos vamos encontrando cada vez más cómodos. Primero pasamos a la liebre de 4 horas y antes del kilómetro diez estamos ya delante de la liebre de 3 horas 45 minutos.
Abandonando por fin el Parque Grande
Recorremos zonas sobradamente conocidas y esto hace que mi ritmo sea muy alegre. Por delante vamos dos liebres (José Mari  y un servidor) y las otras dos (Miguel Angel y Alfonso) comandan el grupo de tres horas cuarenta y cinco minutos.

                Sobre el kilómetro once, entablamos conversación con un corredor “Jesús Delrio” “Macari”” ultramaratoniano-recortador de la localidad de Agreda. Nos comenta todas sus hazañas desde que a los treinta y cuatro se dedica a esto del correr. Bueno hablando, hablando, se van pasando, pasando los kilómetros y ya a la altura de San José se nos alcanza Alfonso. Al grito de “cabr… no habéis mirado hacia atrás”, pasamos de ser dos a ser tres

               


                Casi sin haberlo pensado, estamos ya en la media maratón por la Z-30, tiempo 1 hora 47 minutos oficiosos. Vamos rápidos pero yo empiezo a notar que algo no funciona como es debido. Voy haciendo “la goma” varias veces. Pierdo diez-quince metros y vuelvo a reintégrame al grupo. Llegamos ya a la ribera. Ahora toca unos kilómetros entretenidos, vamos a ver qué pasa. Entramos en el Casco Viejo de Zaragoza, Arco del Deán,  San Vicente Paul, donde Alfonso tomaría unos metros de ventaja, Coso, etc, etc, hasta llegar a la plaza del Pilar. Vamos prácticamente solos, en “tierra de nadie”,  y por delante del grupo de 3h45min. Esto está muy animado por algunos momentos me olvido de mis problemas y seguimos a lo nuestro.

Ya llevo un par de kilómetros pasándolo mal, me duelen las piernas.  A la llegada a la Plaza del Pilar tomo la decisión y así se lo comunico a José Mari, que tiraba de mi en estos momentos, me retiro. Es un buen sitio y estoy bastante cerca andando de la guardarropía.
José Mari junto a Chema Martínez
Estoy ya parado y veo alejarse a mis dos compañeros, les deseo que lo den todo ya que se puede hacer una gran marca, pero, desde todas las direcciones me llegan voces “no te pares, está  todo hecho” , “ya no queda nada (17 kilómetros  pienso)” “vamos” “ánimo”. Cambio la decisión y sigo hacia delante. Llego al puente de Piedra,  giro hacia el puente de Hierro y allí me pasa  el grupo de 3 horas 45 minutos. Sufrimiento,  dolor,  los músculos están contracturados,  pero puedo seguir corriendo. Volvemos a coger el paseo Echegaray, aquí ando unos doscientos metros, y ya veo el  puente de la Ronda. Al reiniciar la marcha he cambiado un poco la zancada y parece que me duelen menos las piernas. Empiezo la cuesta que sube al puente y decido subirla andando. Al llegar arriba le pido a una patinadora un poco de frío.  Se pasa el dolor, corro, pero solo un par de minutos. 
Miguel Angel, por Ranillas


Afrontando la última parte
Llego al avituallamiento del kilometro treinta y cinco, todavía quedan siete. Bebo dos botellines de agua, un vaso de isotónica y reinicio la marcha. Por ahora voy a seguir andando. Me empieza a pasar gente y me engancho a un “alma gemela” que me dice que no me pare y vuelvo a correr, entre los dos  vamos animándonos y a la vez animando a otros. Cada vez que veo una patinadora o patinador casi lloro de alegría y un avituallamiento con esponjas supone unos minutitos de relax. Ya hemos hecho un grupo de cinco “almas en pena” `por el Paseo Longares. Entre frases como “no puedo más”, “voy jod..” “que aburrida es esta zona” “seguir vosotros” , se pasa este lugar. No sé si es que me encuentro mejor o es que veo a los demás peor,  la experiencia también es un grado, pero aquí aún corro algunos metros tirando del grupito, o eso me parece a mí.

Llegando...
Otra vez al Paseo de la Ribera, ya queda menos, creo que pasamos el kilometro treinta y siete, esto ya es penoso, menuda manera de arrástrame por el asfalto, subo la cuesta del Puente de Piedra, en algunos tramos formo parte de una fila interminable de corredores-andarines con cara de “muerto viviente”, hablamos, nos animamos, nos animan, nos preguntan cómo vamos y desde el público la misma frase “vamos que no queda nada, no paréis ahora”, sigo sufriendo y lo malo es que no me encuentro mal, pero ya no hay ninguna parte del tren inferior que no me duela.
Ya estamos llegando a la Arboleda de Macanaz y del grupo de cinco solo quedamos dos, el resto se ha ido parando. Bueno, pero hemos vuelto a correr. No puedo apoyar en ningún momento con los dedos del pie, mi correr ahora es apoyando el talón y un poco la parte externa, en estos momento me veo el lunes en la cama sin poder moverme.
¡Vamos, Paco, que ya lo tienes!
 Veo acercase a una corredora habitual de estas lides, “Lourdes”, cruzamos unas palabras, le doy la enhorabuena por el pódium en el campeonato de España de 100 km en ruta, me pregunta que tal voy, le contesto que muy mal, me anima, y sigue a toda mecha. Bueno como un Ferrari ella y un seiscientos yo. Veo la noria y toca la subida en la entrada de Helios,  la hago corriendo. Al girar hacia la derecha se me vuelven a subir los gemelos, creo que esto habrá ocurrido ya una docena de veces. Por aquí me debió pasar el grupo de cuatro horas. No quise ni mirarlos, no sea que me hubiera animado a seguir con ellos. Patinadora a la vista, a por ella y frío, otra vez frío, gracias.

Pasarela del Voluntariado
Ahora me saluda otro buen amigo: Alberto Pallarés (gran marchador y mejor persona), por la cara que pone, me debe ver muy jodido. Me pregunta si me he hidratado bien, le contesto que sí (me estoy bebiendo hasta el agua de los charcos), que me duelen mucho las piernas. Otra vez ánimos, en estos momentos se agradecen mucho. Pero, ya no puedo más ,  debo haber corrido ochocientos metros y las piernas dicen que vale.  Me planteo andar el puente de la  Almozara, intento estirar pero no puedo, al enfilar la bajada hasta la Ribera otra vez piernas contracturadas, gemelos subidos y dolor mucho dolor. Me paro y decido andar hasta el final, deben de quedar poco más de dos kilómetros.  Más patinadoras, más spray, creo que las he conocido a todas.
Meta ¡por fin!

Penúltimo avituallamiento, palabras de aliento de los voluntarios, las más mayores no miran con cara de preocupación, esponjas, agua, isotónica, agua, isotónica, agua, esponjas…  ya estoy en la pasarela del voluntariado, me apoyo en una valla he intento estirar, del dolor se me escapa un grito y algún que otro exabrupto, un policía se me acerca y me pregunta si me encuentro bien. Le contesto que sí, que solo me duelen las piernas, que ya es bastante cuando se está corriendo. Empiezo a cruzar la “pasarela del Voluntariado” y todo me da vueltas, por un momento me pasa un rayo, creo que era Chema Martínez,  me quedo parado y pensativo, estaré viendo visiones.
 

Fin del la Pasarela, mucha gente, mucha animación ¿que hago? Me salgo a la izquierda y abandono, kilómetro treinta y nueve o sigo a la derecha. Pregunto alrededor si hay algún patinador o patinadora cerca y a lo lejos la veo acercarse, me presta el bote y me dice que no me lo lleve, bien de frío, bien de frío, otra vez tengo piernas. Tomo la decisión de correr hasta el avituallamiento del km cuarenta, pero ni un metro más. Delante de mí a un corredor se le agarrota la pierna y no besa el suelo gracias a dos personas que lo sujetan de los brazos, después de esta imagen, oigo las sirenas de las Ambulancias, se me ponen los pelos como escarpias.Me paró, me bebo un botellín, luego otro y por último dos vasos de isotónica. Las mismas palabras de ánimo, “esto está hecho”, “no queda nada”, “vamos campeón”. La verdad que sería de la Maratón de Zaragoza sin sus voluntarios.Decido seguir andando toda la avenida, otra vez frío, otra vez alivio. Al fondo veo que los corredores giran hacia la Expo, y ese es mi siguiente objetivo, llegare aunque sea andando, o sea andando. Entro en el frente fluvial y allí decido correr, lo intentaré por lo menos.Y así lo hago, quedara solo un kilómetro, se me suben otra vez los gemelos y noto que me brotan lágrimas de los ojos. Sí, estoy llorando, no se si podré seguir corriendo, pero la fuerza del maratón lo puede todo y no paro hasta la meta. No veo nada ni nadie, soy yo solo contra la fuerza de la maratón. Eso si, cruzo la meta y no corro ni un milímetro más. Se me acerca uno de los miembros de la organización y me pregunta ¿Qué tal? después de estrecharme la mano, mi contestación es contundente: “muy mal”. Y la conversación se cierra con un “no te preocupes, habrá más carreras”. Me entreganla medalla, ni la miro. Voy en busca de mis compañeros y al verlos todo cambia de color, lo hemos conseguido.
Los amigos al completo
Esta vez el MARATON me intentó derrotar, me tuvo en sus manos pero me levanté y le gané, cuatro a cero. El año próximo veremos quién gana. Ahí queda el reto.